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lunes, 14 de abril de 2014

Cruzando el Himalaya con un conductor pasado de copas

De Lhasa a Katmandú, la carretera del techo del mundo.

La carretera que une Lhasa y Katmandú, capitales respectivas de Tíbet y Nepal, conocida como la Friendship Highway (la "Carretera de la Amistad"), cruza el Himalaya circulando por puertos superiores a los 5.000 metros de altitud. El momento culminante de esta ruta llega a los pies del Everest, la montaña más alta del planeta con 8.848 metros.
Transitar esta cordillera  en la región perteneciente al Tibet no es simple, se necesitan permisos por parte del gobierno chino y un guía reglamentado. ¿Pero que pasa luego de seguir todas estas reglas y pagar los permisos y el guía? Entonces estaremos en manos de la idiosincrasia local, lo que significa tener suerte del guía/vehículo que te toque en gracia :)
En nuestro caso, como no queríamos un tour de varios días visitando el Campo Base del Everest y demás,  sino llegar simplemente a la frontera entre Tibet y Nepal que se ubica en medio de las montañas para luego dirigirnos a Kathmandu, contratamos un automóvil con guía incluido que nos pasaría a buscar a las 6 de la mañana por nuestro alojamiento en Lhasa para comenzar nuestro recorrido. Éste llegó a la hora combinada pero acompañado por una mujer que luego dejó antes de salir de la ciudad. Pronto fue notorio que su noche había sido de fiestas y se dormía constantemente. Nuestro intento por hablarle fue infructuoso ya que, a pesar de que estaba estipulado en el documento firmado, el guía de origen tibetano no hablaba una palabra de inglés a no ser OK.
Así que nos toco vigilarlo y hacerle detenerse cada tanto para despertarlo introduciéndole nieve por el cuello. Aunque parezca una medida drástica no lo es si te encuentras en la cadena montañosa más alta del mundo en una carretera que bordea abismos de los cuales muchas veces no podemos ver el fondo.
Por un largo tiempo el paisaje consiste en hermosos y solitarios valles y montañas salpicadas por la nieve con los picos nevados al fondo de los cuales el Everest es la estrella. Una constante del viaje son los puestos militares donde te piden una y otra vez los debidos permisos para estar en la zona.
A mitad del viaje la carretera se adentra en un frondoso y angosto valle, repleto de gargantas de agua. El cambio es radical. En este inesperado paraje subtropical surge Zhangmu, que es la última ciudad antes de llegar a Nepal. Un montón de casa que apenas tienen lugar entre la montaña que bordea la ruta de un lado y el abismo del otro.Llegamos al anochecer lo que nos obligó pernoctar en un pequeño y frío hotel chino.
Nada para comer a no ser unas galletitas compradas en la única tienda disponible: una pequeña barraca de madera que se sostenía milagrosamente sobre el risco del abismo. Debido a su ubicación, Zhangmu es un lugar de paso obligado para los camiones de mercancías que circulan entre la India, Nepal y China. En la estrecha carretera que atraviesa la ciudad se acumulan los famosos camiones indios Tata, causando atascos que ponen a prueba a los más pacientes.
El paso fronterizo llamado Kodari está dividido por un puente sobre una cascada en medio de paredes de montañas que te quitan el aliento. Luego de cruzar los controles chinos(una vez más, lo que lleva su tiempo y paciencia) somos libres de despedirnos del guía y cruzar caminando el puente ¡ahora sí libres e independientes! rodeados de un paisaje surrealista que nos conduce al puesto de frontera nepalí, un destartalado conjunto de casitas pegadas a la pared de la montaña con una única calle de tierra que la cruza donde los conductores nepalíes caminan frenéticos en busca de posibles turistas que se dirigen a Kathmandu

  La gente y el ambiente, aún para tramitar la visa de Nepal, cambian radicalmente. La ruta que une Kodari con Kathmandu, a pesar de estar asfaltada, la Arniko Rajmarg, es una carretera peligrosa. Los baches son constantes, los corrimientos de tierra resultan frecuentes en el periodo de lluvias y la forma de conducir de los nepalíes es, siendo benévolos, temeraria. Luego de regatear un poco aceptamos ir en una pequeña camioneta con tres extranjeros más. Éste no pierde tiempo y conduce con la energía propia de su gente.

 Llegar a Kathmandu es impactante. Después de haber estado por varios días en la quietud y la grandiosidad de los paisajes tibetanos se pasa, sin apenas transición, a una ciudad bulliciosa y enmarañada.


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